martes, 31 de enero de 2012

¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quien sabe?

Érase una vez un anciano que tenía un caballo para que lo ayudara a labrar la tierra y poder cultivar su campo. Un día, el caballo escapó a las montañas. Cuando los vecinos del lugar se acercaban al anciano para darle sus condolencias y lamentar su desgracia, el anciano les dijo: ¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quien sabe?

Una semana después, el caballo volvió con una manada de caballos salvajes; tantos que aquella miserable finca pasó a ser una de las que más animales poseía. Entonces los vecinos felicitaron al anciano por su buena fortuna. Pero, éste respondió de identica forma: ¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quien sabe?

Cuando el hijo del anciano intentó domar uno de aquellos caballos salvajes, cayó y se rompió la pierna. Todo el mundo consideró eso como una desgracia. No así, el anciano se limitó a decir una vez mas: ¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quien sabe?

Una semana mas tarde, el ejército entró al poblado y fueron reclutados todos los jóvenes que se encontraban en buenas condiciones. Cuando vieron al hijo del anciano con la pierna rota, lo dejaron tranquilo ¿Había sido buena suerte? ¿mala suerte? ¿Quién sabe?

Todo lo que a primera vista parece un contratiempo puede ser el disfraz del bien , ya decía aquel viejo refrán, tan viejo pero tan usado “Las apariencias engañan”. Y viceversa: Todo lo que parece bueno a primera vista puede terminar siendo algo dañino que puede dejar cicatriz para toda la vida.

Seríamos más sabios si dejásemos de juzgar las cosas de buenas a primera y agradecieramos las cosas que nos van ocurriendo en el día a día.