domingo, 12 de marzo de 2017

Sé un poco MÁS (comentario para cuaresma)

   La liturgía nos recuerda que llevamos diez días de Cuaresma y desde el comienzo nos ha invitado a hacer camino, incluso nos ha invitado a discurrir por el desierto de la misma manera que lo hizo Jesús durante cuarenta días. Y es que el Espíritu llevó a Jesús al desierto para el que diablo lo tentara.

   Y es que ese mismo Espíritu nos lleva al desierto para que nos enfrentemos con todo aquello que nos hace menos persona y nos empequeñece, para que enfrentemos todo aquello que en nuestra vida diaria nos aleja de nuestro ser y nos distrae de la atención a lo interior y al otro. Acaso, ¿Creemos que podemos escapar de nuestros propios “desiertos”? ¿Cuántas veces nos ha puesto la vida frente a aquello de lo que huíamos con todas nuestras fuerzas? ¿De verdad pensamos que con negar y esconder nuestros miedos y nuestros lados oscuros podemos caminar y crecer como personas? Realmente, sólo madura aquel que se ha enfrentado a sus miedos y a sus oscuridades. Y esa lucha interior (por llamarla de alguna manera) ocurre en el desierto, en esas épocas de nuestra vida que todos vivimos en las que tenemos que mirar cara a cara aquello de lo que hemos huido con tantas ganas.

   Voy intuyendo lo importante que es silenciarse y hacer consciente aquello que durante tanto tiempo he silenciado por cobardía o por miedo o por ignoracia o por… Sí, así he llegado al desierto (al que no tenía intención de ir). En un momento “duro” en el que hacer silencio es lo que más cuesta y hacerse consciente “duele”. Y precisamente es en ese desierto interior, en ese lugar donde cuesta silenciarse y donde todo el ser siente “dolor”, donde podemos renacer y donde podemos hacernos “más”.

   Jesús era maestro en esto, era maestro en ser “más”. Jesús era cada día un poco “más”. ¿Quién de nosotros está acabado con treinta o con cuarenta o con ciencuenta años? Si la VIDA es CAMINAR, es que cada día podemos ser un poco “más”. Aquí radica la importancia de atravesar nuestros propios desiertos. Si los atravesamos podremos SER un poco MÁS, y podremos ser un poco más como Jesús.

   La liturgia de hoy nos presenta el relato de la transfiguración de Jesús en un monte alto, el monte del Encuentro diría yo. En los evangelios Jesús se retira al monte a orar y es lo quiero rescatar de la lectura de hoy: Jesús no está sólo, su Dios que es Padre está con él siempre, pero de forma especial cuando Jesús acude al monte a rezar.


   Por eso, cuando el Espíritu nos lleve hacia algún desierto interno, busquemos una montaña silenciosa y recogida. Allí silenciémonos, hagámanos conscientes de lo que ocurre en nuestro interior y con Dios Padre de la mano renovémonos y seamos un poco MÁS.