En el camino que se nos regala hacer día a día somos acompañados
por el Espíritu. Como Jesús en el desierto también nosotros somos peregrinos
allí donde nos toca vivir. Hoy en día, casi sin elegirlo ni pensarlo, nuestra
vida se torna rápida, estresante, con demasiadas cosas por hacer (tanto en la
esfera profesional como en la esfera más personal o familiar). Estamos habituados
a correr y, en demasiadas ocasiones, estamos tan metidos en nuestra maratón
interior que no nos damos cuenta de cuidarnos ni de cuidar al que tenemos al
lado, ya que ¡lo que tengo que hacer es tan importante! Hoy, diría yo, que el
Espíritu nos trae a este lugar, no para que nos dejemos llevar, sino para dar
luz, sosiego y sentido a este frenetismo que de alguna manera se nos impone.
El evangelio de las tentaciones que se nos propone hoy nos
habla de tres tentaciones, de tres peligros que hay que cuidar y que cada seguidor
de Jesús, en cualquiera de las épocas que le haya tocado vivir ha tenido que
trabajar (trabajarse).
“Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en
pan”. Este es el peligro de la magía,
no de la fe. Jugamos la lotería en Navidad o hacemos la primitiva todas las
semanas o… Esperando ese momento mágico en el que todo cambiará para nosotros.
Pero, ¿y si ese momento no llega? ¿qué hacemos? Acaso, ¿no podemos hacer nuestra
vida con un poco más de sosiego? ¿no
podemos concedernos todos los días media hora de silencio? No esperemos a que las cosas cambien, cambiemos nuestra
vida ahora con pequeños gestos: Lee
un poquito todos los días, ofrécete un pequeño
paseo (si es con alguien mejor), disfruta un ratito de tu gente (de tu familia), encuentra en el día a día pequeños oasis para revitalizar tu corazón.
Pasemos del frenetismo individualista a la tranquilidad de todos, comencemos a
cuidarnos con pequeños gestos.
“Desde la montaña más alta: Te daré toda autoridad y su gloria, porque me la han dado a mí y yo la
doy a quien quiero; si tú me rindes homenaje será tuya”. Este es el peligro
del poder, no del compartir o del
servir. ¿Cuántas luchas de poder vemos a nuestro alrededor? ¿cuántas personas
no se hablan porque ante un determinado hecho u opinión han pasado a lo
personal, sin ninguna posibilidad de diálogo? ¿Cuántos líderes enfadados y
tiránicos que no hacen sino faltar el respeto a sus subalternos? Jesús en esto
es claro, quien quiera ser el primero
entre vosotros que sea el que más sirva. Si en algún ámbito de tu vida
estás por encima de alguien (por decirlo de alguna manera), sírvele, esto es, que se sienta cuidado, querido, escuchado…
Pasemos del poder déspota al sentirnos todos parte de algo más grande,
comencemos a cuidarnos con pequeños gestos.
“Desde el alero del Templo: Si eres el Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito que
Él enviará a sus ángeles y no dejarán que tu pie toque el suelo”. Este es
el peligro de la fama o la popularidad, no de la sencillez. Nos
gusta sobresalir, nos gusta que nos miren bien, nos gusta… pero el que busca
fama en demasiadas ocasiones tiene que hacer algo espectacular, algo que llame
la atención sobre él. Al fin y al cabo, demasiadas energías perdidas para
fijarnos sólo en nosotros. También en esto Jesús es claro, ya que se dedicó a
hacer gestos de bondad hacia los demás para aliviar su sufrimiento y sus
dolencias. No nos acerquemos a los demás para que nos digan que buenos o que
populares somos, acerquémonos a los demás de igual a igual para compartir, para hacer vida juntos… En este mundo que nos ha tocado
vivir todos somos importantes, todos
necesitamos el mismo respeto y todos
formamos parte del cuerpo de Cristo.
Pasemos del individualismo a formar parte del todo que somos, comencemos a tratarnos
bien con pequeños gestos. Y Dios que está en lo escondido nos recompensará.