domingo, 10 de marzo de 2019

Primer domingo de cuaresma: LAS TENTACIONES DE JESÚS


   En el camino que se nos regala hacer día a día somos acompañados por el Espíritu. Como Jesús en el desierto también nosotros somos peregrinos allí donde nos toca vivir. Hoy en día, casi sin elegirlo ni pensarlo, nuestra vida se torna rápida, estresante, con demasiadas cosas por hacer (tanto en la esfera profesional como en la esfera más personal o familiar). Estamos habituados a correr y, en demasiadas ocasiones, estamos tan metidos en nuestra maratón interior que no nos damos cuenta de cuidarnos ni de cuidar al que tenemos al lado, ya que ¡lo que tengo que hacer es tan importante! Hoy, diría yo, que el Espíritu nos trae a este lugar, no para que nos dejemos llevar, sino para dar luz, sosiego y sentido a este frenetismo que de alguna manera se nos impone.

   El evangelio de las tentaciones que se nos propone hoy nos habla de tres tentaciones, de tres peligros que hay que cuidar y que cada seguidor de Jesús, en cualquiera de las épocas que le haya tocado vivir ha tenido que trabajar (trabajarse).

   “Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan”. Este es el peligro de la magía, no de la fe. Jugamos la lotería en Navidad o hacemos la primitiva todas las semanas o… Esperando ese momento mágico en el que todo cambiará para nosotros. Pero, ¿y si ese momento no llega? ¿qué hacemos? Acaso, ¿no podemos hacer nuestra vida con un poco más de sosiego? ¿no podemos concedernos todos los días media hora de silencio? No esperemos a que las cosas cambien, cambiemos nuestra vida ahora con pequeños gestos: Lee un poquito todos los días, ofrécete un pequeño paseo (si es con alguien mejor), disfruta un ratito de tu gente (de tu familia), encuentra en el día a día pequeños oasis para revitalizar tu corazón. Pasemos del frenetismo individualista a la tranquilidad de todos, comencemos a cuidarnos con pequeños gestos.

   “Desde la montaña más alta: Te daré toda autoridad y su gloria, porque me la han dado a mí y yo la doy a quien quiero; si tú me rindes homenaje será tuya”. Este es el peligro del poder, no del compartir o del servir. ¿Cuántas luchas de poder vemos a nuestro alrededor? ¿cuántas personas no se hablan porque ante un determinado hecho u opinión han pasado a lo personal, sin ninguna posibilidad de diálogo? ¿Cuántos líderes enfadados y tiránicos que no hacen sino faltar el respeto a sus subalternos? Jesús en esto es claro, quien quiera ser el primero entre vosotros que sea el que más sirva. Si en algún ámbito de tu vida estás por encima de alguien (por decirlo de alguna manera), sírvele, esto es, que se sienta cuidado, querido, escuchado… Pasemos del poder déspota al sentirnos todos parte de algo más grande, comencemos a cuidarnos con pequeños gestos.

   “Desde el alero del Templo: Si eres el Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito que Él enviará a sus ángeles y no dejarán que tu pie toque el suelo”. Este es el peligro de la fama o la popularidad, no de la sencillez. Nos gusta sobresalir, nos gusta que nos miren bien, nos gusta… pero el que busca fama en demasiadas ocasiones tiene que hacer algo espectacular, algo que llame la atención sobre él. Al fin y al cabo, demasiadas energías perdidas para fijarnos sólo en nosotros. También en esto Jesús es claro, ya que se dedicó a hacer gestos de bondad hacia los demás para aliviar su sufrimiento y sus dolencias. No nos acerquemos a los demás para que nos digan que buenos o que populares somos, acerquémonos a los demás de igual a igual para compartir, para hacer vida juntos… En este mundo que nos ha tocado vivir todos somos importantes, todos necesitamos el mismo respeto y todos formamos parte del cuerpo de Cristo. Pasemos del individualismo a formar parte del todo que somos, comencemos a tratarnos bien con pequeños gestos. Y Dios que está en lo escondido nos recompensará.