En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo (el hijo de Timeo) estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna.
El punto de partida es una de las
tantas miserias que afligen a los hombres: se trata de un hombre ciego.
Conocemos su nombre, Bartimeo, y la localidad donde vive, Jericó. Su condición
le obliga a adoptar una actitud pasiva: permanecer sentado y vivir al margen: «Estaba sentado junto
al camino» (v. 46)
Al oír que era Jesús
Nazareno, empezó a gritar:
- «Hijo de David, Jesús,
ten compasión de mí».
El paso de Jesús le da bríos y
vitalidad a este hombre, que grita: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!»
Muchos lo regañaban para
que se callara. Pero él gritaba más:
- «Hijo de David, ten
compasión de mí».
El que habla es un ciego,
ciertamente la persona menos indicada para formular afirmaciones teológicas
comprometedoras. Mejor hacerle callar y garantizar la tranquilidad. Pero no hay
nada que hacer. El ciego grita más fuerte y eleva su jaculatoria hasta hacerse
oír por Jesús.
Jesús se detuvo y dijo:
- «Llamadlo».
Llamaron al ciego,
diciéndole:
- «Ánimo, levántate, que te
llama».
Soltó el manto, dio un
salto y se acercó a Jesús.
Jesús no es sordo -ni de oídos ni
de corazón- y manda que llamen al ciego. Tal vez los mismos que querían hacerle
callar se ven obligados a llevarlo ante Jesús. Las palabras con que le llaman
son ya todo un programa: «Ánimo, levántate, que te llama» (v. 49)
Bartimeo recibe la oferta con
entusiasmo. Ya no le importa lo que posee, el manto, y lo abandona para
acercarse a Jesús. Esta acción puede tener un gran significado: es preciso desembarazarse
de todo para ir a Jesús. Lo importante es el encuentro con Jesús; el resto
cuenta poco o nada...
Jesús le dijo:
- «¿Qué quieres que haga
por ti?».
El ciego le contestó:
- «Maestro, que pueda ver».
Jesús le dijo:
- «Anda, tu fe te ha
curado».
Y al momento recobró la
vista y lo seguía por el camino.
Ése es el sentido de la pregunta
de Jesús, que no quiere poner al ciego en una situación embarazosa. Jesús, de
un modo delicado, pone a la persona en una situación cómoda, de forma que pueda
responder... La fe de Bartimeo, en este caso su testaruda constancia, ha
producido el milagro. Ahora es un hombre transformado: está de pie, es
capaz de andar y eso mismo le da la capacidad de ver de otra manera (desde otra
perspectiva). La transformación completa llega
con la nota final: Bartimeo se pone en pie y sigue a Jesús (y mira con la mirada de Jesús). Deja
de ser el ciego sentado al margen del camino y se convierte en caminante que sigue a Jesús.