La esperanza es aquella emoción que nos conecta directamente con el futuro en tanto que hace referencia a un bien que se desea y está por llegar pero del que no se tiene certeza. El futuro siempre tiene carácter imprevisible e incierto de ahí la importancia de aprender a conectarnos emocionalmente con el aquí y el ahora. Esta actitud es esencial no sólo para adquirir bienestar emocional sino también para centrarnos en la realidad en lugar de en hipótesis futuras que caen fuera del dominio de nuestra voluntad. La paciencia es aquella virtud que fortalece a la esperanza mediante la confianza en el mañana. Una confianza que sólo puede construirse a partir de una autoestima sana propia de aquel que se quiere a sí mismo y se considera merecedor de amor y respeto. Tanto la esperanza como la paciencia son dos ingredientes fundamentales en cualquier situación de dificultad en la que el hombre se vuelve especialmente vulnerable puesto que todos buscamos de forma instintiva la alegría y el placer y evitamos el dolor y la tristeza que nos recuerdan nuestra propia fragilidad y nuestra propia finitud de seres mortales y corruptibles.
La desesperación es la emoción contraria a la esperanza. Una emoción que también conecta al hombre con el futuro, sin embargo, lo hace desde un punto de vista negativo. Mientras que la esperanza reporta energía, la desesperación produce agotamiento mental además de que se observa la realidad desde el prisma de la negatividad. El caso más extremo de desesperación se muestra en el suicidio.
Aprender a practicar la esperanza es un ejercicio propio de una actitud que requiere optimismo, pensamiento positivo y sentido del humor. El arte de vivir desde la autenticidad reside en tu interior ya que dentro de ti mismo tienes todo aquello que necesitas para ser feliz. En muchas ocasiones se confunde la felicidad con el placer o con el tener, sin embargo, lo realmente importante es quién eres ya que tu identidad permanece inquebrantable siempre y bajo cualquier circunstancia.
Para poder potenciar la esperanza en tu vida es fundamental aprender a entretejer lazos interpersonales fuertes y sólidos con los demás no sólo dentro del seno familiar sino también en la amistad. Somos seres sociales por naturaleza como muestra el hecho evidente de que toda alegría aumenta cuando se comparte entre varias personas mientras que toda tristeza disminuye mediante el consuelo y la compañía de los seres queridos. El amor es el alimento emocional que necesitas para nutrir tu alma de esperanza ante la vida. Necesitamos el reconocimiento del prójimo: de hecho, la indiferencia es uno de los peores castigos.
La sociedad individualista sólo fomenta la soledad, el aislamiento y el egoísmo. Sin embargo, la sociedad del bien común descrita por los grandes filósofos clásicos favorece la construcción de una sociedad realmente humana en la que lo verdaderamente importante es la felicidad de las personas mediante la ayuda mutua, el compañerismo, la generosidad y la práctica de la virtud.
Maite Nicuesa Guelbenzu
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