Un mendigo había estado sentado a la orilla de un camino durante más de 30 años.
Un día pasó por allí un extraño.
“¿Tienes algunas monedas?”, murmuró el mendigo, estirando mecánicamente el brazo con su vieja gorra.
“No tengo nada que darte”, respondió el extraño
Y luego preguntó, “¿Qué es eso sobre lo que estás sentado?”.
“Nada”, replicó el mendigo, “sólo una caja vieja. He estado sentado sobre ella desde que tengo memoria”.
“¿Alguna vez has mirado en su interior?”, preguntó el extraño
“No”, respondió el mendigo, “¿Para qué? No hay nada adentro”
“Echa una ojeada”, insistió el extraño
El mendigo logró entreabrir la tapa. Para su asombro, incredulidad y euforia, descubrió que la caja estaba llena de oro.
Eckhart Tolle es ese extraño que no tiene nada para darte y que te dice que mires en tu interior. No dentro de alguna caja -como en la parábola- sino en un lugar aún más cercano: dentro de ti mismo."Pero no soy un mendigo", es lo que nos sale decir.
Aquellos que no han descubierto su verdadera riqueza -la brillante joya del Ser y la profunda e inalterable paz que se encuentra en ese lugar-, son mendigos, aún cuando tengan gran riqueza material. Buscan externamente desechos de placer o plenitud -para la validación, la seguridad o el amor-, mientras en su interior tienen un tesoro que no sólo incluye todas esas cosas, sino que es infinitamente más grande que cualquier cosa que el mundo pueda ofrecer.
La palabra "iluminación" evoca la idea de algún logro sobrehumano, y al ego le gusta verlo así; sin embargo, se trata simplemente de tu estado natural sentido de unión con el Ser. Es un estado de conexión con algo inconmensurable e indestructible, algo que, casi paradójicamente, eres tú en esencia y que, sin embargo, es mucho más grande que tú. Es el encuentro de tu verdadera naturaleza, más allá de nombres y formas. La incapacidad de encontrar esta conexión da origen a la ilusión de separación de ti mismo y del mundo que te rodea. Te percibes entonces a ti mismo, consciente o inconscientemente, como un fragmento aislado. Surge el temor, y el conflicto -interno y externo- se vuelve habitual.
YO SOY (un ejercicio para descubrir mi riqueza)
Advierte tu conciencia presente. Date cuenta de los objetos que aparecen en tu conciencia, de las imágenes y pensamientos que aparecen en tu mente, de los sentimientos y sensaciones que emergen en tu cuerpo, de la miríada de objetos que te rodean y aparecen en la habitación o lugar donde te encuentras. Todos esos son objetos que aparecen en tu conciencia.
Piensa ahora en algo que, hace cinco minutos, se hallara también en tu conciencia. La mayoría de los pensamientos han cambiado, la mayoría de las sensaciones corporales han cambiado y probablemente también haya cambiado el entorno en el que estás. Pero hay algo que, hace cinco minutos, se hallaba también aquí y que no ha cambiado. ¿Qué es eso que está tan presente ahora como lo estaba hace cinco minutos?
Yo soy. El sentimiento y la conciencia de que Yo soy todavía están presentes. Yo soy esa presencia omnipresente que está tan presente ahora como lo estaba hace un instante, hace un minuto y hace cinco minutos.
¿Qué es lo que estaba presente hace cinco horas?
Yo soy. La sensación de que yo soy es continua, autoconocedora, autorreconocedora y autovalidante y está tan presente ahora como lo estaba hace cinco horas. Todos mis pensamientos han cambiado, todas mis sensaciones corporales han cambiado y también ha cambiado el entorno en el que estoy, pero ese Yo sigue igual de omnipresente, resplandecientes, abierto, vacío, claro, espacioso, transparente y libre. Los objetos han cambiado, pero ese Yo sin forma sigue siendo el mismo. Ese Yo es tan evidente y se halla tan presente en este instante como hace cinco horas.
¿Qué es lo que estaba presente hace cinco años?
Yo soy. Son muchos los objetos que, durante ese tiempo, han aparecido y han acabado desapareciendo; son muchos los sentimientos que, en ese tiempo, han aparecido y han acabado desapareciendo; son muchos los pensamientos que, en ese tiempo, han aparecido y han acabado desapareciendo y son muchos también los dramas, los espantos, los amores y los odios que han aparecido, han perdurado durante un tiempo y han acabado desapareciendo. En todo ese tiempo sólo ha habido una cosa que no ha aparecido y tampoco ha acabado desapareciendo. ¿De qué se trata? ¿Qué es lo único que está ahora mismo tan presente en su conciencia como lo estaba hace cinco años? La sensación atemporal y omnipresente de ese Yo se halla ahora tan presente como hace cinco años.
¿Qué es lo que estaba presente hace cinco siglos?
Yo soy es lo único omnipresente. Todo el mundo siente el mismo Yo soy, porque ese Yo no es un cuerpo ni un pensamiento, ni un objeto ni el entorno. Ese Yo no es nada que pueda ser visto, sino el Vidente omnipresente, el Testigo abierto y vacío de todo lo que emerge. Lo único que existe en toda persona, en todo mundo, en todo lugar, en todo tiempo y en todos los mundos hasta el final del tiempo es este Yo evidente e inmediato. ¿Qué otro podría conocer? ¿Qué otro podría nunca conocer? Lo único que existe y que siempre ha existido es este Yo resplandeciente, autoconocedor, autoconsciente y autotrascendente que se halla tan presente ahora como hace cinco minutos, cinco horas o cinco siglos.
¿Qué es lo que estaba presente hace cinco milenios?
Antes de que Abraham fuese, Yo soy. Antes de que el universo fuese, Yo soy. Éste es mi Rostro original, el rostro que tenía antes de que mis padres naciesen, el rostro que tenia antes de que naciese el universo, el rostro que he tenido durante toda la eternidad hasta que emprendí este juego del escondite y me perdí en los objetos de mi propia creación.
Nunca más pretenderé desconocer y no sentir que Yo soy.
Y, con eso, acaba el juego. Millones de pensamientos han aparecido y han acabado desapareciendo, millones de sentimientos han aparecido y han acabado desapareciendo, pero hay una cosa que no ha aparecido y tampoco ha desaparecido, lo que nunca ha nacido y nunca morirá, lo que jamás entrado ni abandonará la corriente del tiempo, una Presencia pura que flota en la eternidad, por encima del tiempo. Yo soy ese gran Yo evidente, autoconocedor, autovalidante y autoliberado.
Antes que Abraham fuese, Yo soy.
Yo soy no es más que el Espíritu en primera persona, el Yo último, sublime y resplandeciente creador de todo el Kosmos, presente en mí, en ti, en él, en ella y en ellos –el mismo Yo que sienten todas y cada una de las criaturas.
Porque el número de Yoes de todo el universo conocido no es más que uno.
Descansa siempre como el Yo, como el Yo que sientes ahora mismo, como el Yo no nacido que resplandece en y como tú. Asume tu identidad personal, como éste o cualquier otro objeto, como este o ese yo, como esta o esa cosa. Descansa siempre en el Fundamento de Todo, en este Yo grande y evidente y vive sumido en el universo que creé.
Descansa como el Testigo que eres.
Todo eres tú.
Tú estás vacío.
La Vacuidad se manifiesta libremente.
Manifestarse libremente es la liberación.
(K. WILBER, La visión integral. Introducción al revolucionario enfoque sobre la vida, Dios y el Universo, Kairós, Barcelona 2008, pp. 139-142.150).