Estoy en una sala cuadrada no muy espaciosa,
haciendo una dinámica con unas cuarenta personas que no conozco. En este juego
que por su rapidez me impide apenas recordar dos o tres nombres, se me acerca
un compañero y a bocajarro me pregunta:
-
¿Quién es Dios para ti?
Me sorprendo contestándole de manera concisa
y sin titubeo ninguno:
-
Es Aquel en quien me
encuentro.
Perplejo por mi respuesta, en ese instante comienzo
a notar una serenidad y una alegría en lo más profundo de mi corazón. Me siento
habitado
por Aquel en quien soy.
Cierro los ojos, respiro hondamente varias
veces y un gesto precioso se empieza a dibujar en mi interior: es un abrazo.