Cuando aprendemos a ver desde nuestra verdadera
identidad, todo, absolutamente todo lo que
aparece, es reconocido como algo que nace
de lo que somos. Por tanto, lo que vivimos es aceptación, no como resignación, sino como rendición a una sabiduría mayor. (Enrique Martínez Lozano, “otro
modo de ver, otro modo de vivir”)
Nos movemos en tiempos donde
las distracciones son muchas y de muchas
clases: pensamientos descontrolados, saturación tecnológica, invitación al
consumismo inmediato, tendencia a la normalidad estadística, insatisfacción
permanente generalizada… Se hace difícil ver en estos “tiempos recios” que
diría Santa Teresa, quien avisaba a sus monjas de no culpar a los tiempos, que para hacer Dios grandes mercedes a quien
de veras le sirve siempre es tiempo.
Y es que aunque caemos en la trampa de pensar que estos tiempos son más
difíciles que otros, lo cierto es que todas
las épocas son inmediatas a Dios (M. de Certeau), ya que todas están a la
misma distancia de Dios y Dios mantiene una relación inmediata con cada época.
(Salvador Ros García, La experiencia de Dios en mitad de la vida)
A nada de comenzar el nuevo curso escolar, me siento llamado a descubrir
y ver
en esta época los signos de la presencia de Dios en nuestra sociedad
secularizada y en medio de una fuerte increencia. Es el punto de partida de una
espiritualidad laica, para gente que
vive en el mundo “hallando a nuestro Señor Dios en todas las cosas” como dice
San Ignacio.
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