Leo en WEB de “fe adulta” que esta Cuaresma no puede ser igual a la de
otros años. Y es que llevamos ya muchos meses de ceniza, ayunando de encuentros
y con muchas despedidas, quizás demasiadas despedidas. Sumémonos a la propuesta
que nos hace Beto Vargas de cambiar el gris de la ceniza por el color de
pensar en los demás, en la línea del mensaje del Papa al comenzar la
Cuaresma invitando a cuidar a quienes sufren a causa de la pandemia.
Después de un año de pandemia, no vivamos la cuaresma como un tiempo
gris y con más peso en los hombros. Vivamos este tiempo como si estuviésemos
preparando una fiesta, esa fiesta en la que se va intuyendo ya que, por encima de todo, hay Vida
(¿A quién no le gusta prepararse para una fiesta?). Sí, preparémonos con
ánimo y con alegría, preparémonos con ganas cambiar,
con ganas de cuidarnos y con ganas de conversión en
este tiempo cuaresmal. La Iglesia misma y el Papa Francisco nos guían en ese
camino de preparación de la cuaresma: desde el ayuno, la limosna
y la oración.
El ayuno, la oración y la limosna,
tal como los presenta Jesús en su predicación (cf. Mt 6,1-18), son las
condiciones y la expresión de nuestra conversión.
El ayuno vivido como vía de pobreza y de privación.
Ayunar significa liberar nuestra existencia de todo lo que
estorba, incluso de la saturación de informaciones —verdaderas o falsas— y
productos de consumo, para abrir las puertas de nuestro corazón a Aquel que
viene a nosotros pobre de todo, pero «lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14):
el Hijo de Dios Salvador.
La oración vivida como encuentro y diálogo
filial con el Padre. En el recogimiento y el silencio
de la oración, se nos da la esperanza como inspiración y luz
interior, que ilumina los desafíos y las decisiones de nuestra misión: por esto
es fundamental recogerse en oración (cf. Mt 6,6) y encontrar, en la intimidad,
al Padre de la ternura.
La limosna vivida como mirada y gestos
de amor hacia el hombre herido. Dar limosna es estar más
atentos a «decir palabras de aliento, que reconfortan, que fortalecen,
que consuelan, que estimulan», en lugar de «palabras que humillan, que
entristecen, que irritan, que desprecian» (Carta enc. Fratelli tutti [FT],
223). A veces, para dar esperanza, es suficiente con ser «una
persona amable, que deja a un lado sus ansiedades y urgencias para prestar
atención, para regalar una sonrisa, para decir una palabra que estimule, para
posibilitar un espacio de escucha en medio de tanta indiferencia»
(ibíd., 224).
Vivir una Cuaresma de caridad quiere decir cuidar
a quienes se encuentran en condiciones de sufrimiento, abandono o angustia a
causa de la pandemia de COVID-19. En un contexto tan incierto sobre el futuro,
recordemos la palabra que Dios dirige a su Siervo: «No temas, que te he
redimido» (Is 43,1), ofrezcamos con nuestra caridad una palabra de
confianza, para que el otro sienta que Dios lo ama como a un hijo.
BIBLIOGRAFÍA:
1.- Artículo de Beto Vargas: https://www.feadulta.com/es/art1col1.html
2.- WEB de “fe adulta”: https://www.feadulta.com/es/
3.- Mensaje del Santo Padre Francisco para la cuaresma 2021
https://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2021/02/12/mens.html
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