viernes, 7 de junio de 2024

ANHELO y DESEO

 "Jesús les dijo:

Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre;

y el que en mí cree, no tendrá sed jamás." (Jn.6,35)

La vida humana está marcada por una serie de búsquedas y aspiraciones que reflejan tanto nuestros deseos como nuestros anhelos. Estas dos fuerzas guían nuestros pasos y modelan nuestras experiencias de felicidad y de propósito vital.

Los deseos son impulsos naturales que nos motivan a actuar y a alcanzar metas tangibles. Buscamos satisfacer necesidades básicas como la comida, el refugio y la seguridad, así como ambiciones más complejas como el éxito profesional, el reconocimiento social y el bienestar material. Estos deseos, cuando se cumplen, nos proporcionan una sensación de logro y placer. Sin embargo, esta felicidad es a menudo temporal, ya que un nuevo deseo pronto emerge, manteniéndonos en un ciclo continuo de búsqueda y satisfacción.

En contraste, el anhelo representa una búsqueda más profunda y honda que va más allá de las necesidades inmediatas. Es un impulso interno que nos dirige hacia la trascendencia, hacia las preguntas existenciales sobre el propósito de la vida, el significado de nuestra existencia y nuestra conexión con algo más grande que nosotros mismos. Este anhelo se manifiesta en la búsqueda de la verdad, la belleza, la bondad y, en última instancia, de lo divino. Según el texto que a continuación cito, el anhelo de Dios es una fuerza innata que nos recuerda que nuestro hogar definitivo no está en este mundo material, sino en una realidad espiritual más elevada.

En el fondo del alma de cada ser humano late un anhelo de Dios. Es el saber innato de que nuestra patria no está en esta tierra, sino en Dios. En Él está nuestro hogar.

Este anhelo no es un deseo. El deseo quiere poseer, satisfacer exigencias y alcanzar metas que pertenecen a nuestro mundo limitado. Deseo un trozo de pan o deseo que haga buen tiempo, deseo hacerme rico o tener éxito en esta discusión. El deseo se relaciona con algo que quiero tener. Sirve al yo. Puedo desear algo apasionadamente y, si lo alcanzo, el deseo cesa.

El anhelo es cualitativamente distinto. Su fuente se encuentra en lo más profundo. Tiene su origen en el fondo del alma y se dirige siempre a nuestra patria definitiva, a la vida eterna, a Dios. El anhelo busca regalarse y entregarse a Dios. San Agustín expresa bellamente esta verdad: “Nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”.

La búsqueda de la vida eterna depende de este anhelo. En la mayoría de los casos, el anhelo se despierta mucho tiempo después que nuestros deseos. El anhelo nos da fuerzas para el camino espiritual y no cesa hasta que está totalmente en Dios.

El anhelo se desarrolla en cada ser humano de manera diferente […]

Cuando la Sagrada Escritura habla de la vida eterna, del Reino de los Cielos o del Mesías, cuando dice algo sobre la muerte y la resurrección, cuando comunica algo sobre Cristo, el Padre o el Espíritu, está hablando de nuestros anhelos.

Este anhelo es una brújula que nos orienta hacia Dios y nos asegura que Dios nos llama y nos espera. El tramo del camino espiritual en el que el hombre se encuentra y aquel hacia el que puede ser conducido depende de la intensidad con que este anhelo de Dios se haya despertado en el hombre y de su capacidad de entrega al mismo.

[…] Todo acompañante espiritual tiene que desarrollar un sexto sentido para captar el anhelo de aquellos a quienes acompaña. En efecto, el anhelo determina dónde y cómo se les puede acoger. El anhelo es la antena para la vida eterna.

(Franz Jalics, “Jesús, maestro de meditación”. PPC, 2014)

Así, teniendo en cuenta el texto citado se puede decir lo siguiente sobre el anhelo y el deseo:

ANHELO

DESEO

Origen profundo: Surge de lo más profundo del alma, no es algo superficial o pasajero.

Naturaleza espiritual: Se relaciona con aspectos espirituales y trascendentales, como el deseo de unión con lo divino o la búsqueda de un propósito mayor.

Inquietud constante: Es un sentimiento persistente que no se apaga con la satisfacción de deseos materiales. San Agustín lo describe como una inquietud del corazón que solo se calma en Dios.

Trascendencia: Se dirige hacia la eternidad y lo que está más allá de nuestra existencia terrenal, buscando un sentido y un hogar en lo eterno.

Regalo y entrega: Implica un deseo de entregarse, de donar el ser a algo más grande y significativo que uno mismo.

Origen superficial: Generalmente nace de necesidades o impulsos inmediatos, que pueden ser físicos, emocionales o materiales.

Naturaleza material: Está ligado a la satisfacción de necesidades tangibles y concretas, como la comida, el éxito, o las condiciones ambientales.

Satisfacción temporal: Una vez que se alcanza el objeto del deseo, este se disipa, y puede ser reemplazado por nuevos deseos.

Individualidad: Sirve principalmente al yo, centrándose en lo que uno quiere tener o alcanzar para sí mismo.

Pasión efímera: Aunque puede ser intenso, el deseo es pasajero y cambia con el tiempo y las circunstancias.

En resumen, mientras el deseo busca satisfacer necesidades y ambiciones terrenales y temporales, el anhelo busca una realización profunda y eterna en la conexión con lo divino.

La vida plena puede reconocer y equilibrar ambas dimensiones: satisfacer nuestros deseos materiales de manera saludable mientras cultivamos y respondemos a nuestros anhelos más profundos. Ignorar nuestros deseos puede llevar a la insatisfacción y la falta de motivación, mientras que descuidar nuestros anhelos puede resultarnos en una vida vacía y carente de propósito.

El desafío está en aprender a discernir y priorizar. La sabiduría reside en entender que los deseos pueden proporcionar felicidad momentánea, pero no deben ser el único motor de nuestra vida. Al mismo tiempo, debemos nutrir nuestros anhelos, buscando un propósito más elevado y una conexión espiritual que pueda darnos una paz y felicidad duraderas.

En la travesía de la vida, nos movemos entre satisfacer deseos y responder a anhelos. Al buscar un equilibrio entre lo material y lo espiritual, podemos encontrar una forma de vida que no solo nos proporciona satisfacción temporal, sino también una profunda y duradera sensación de propósito vital y plenitud. Reconociendo y honrando ambos aspectos, nos abrimos a una experiencia más rica y completa de lo que significa ser humano.

Comenzábamos esta reflexión con la siguiente cita: "Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás." (Jn.6,35)

Esta cita muestra cómo Jesús satisface el anhelo espiritual más profundo de las personas, para el que cristiano este anhelo llega a su cumplimiento en la relación personal con Jesús.

Para terminar, sólo invitaré al lector a participar de los EJERCICIOS ESPIRITUALES del 5 al 10 de agosto en la Casa de espiritualidad Ain Karim, Haro, La Rioja. Momento para conectar con el Dios Padre que nos habita.


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