3:1 Apacentando Moisés las ovejas de Jetro
su suegro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a través del desierto, y llegó
hasta Horeb, monte de Dios.
3:2 Y se le apareció el Angel del Señor en
una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía
en fuego, y la zarza no se consumía.
3:3 Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora y
veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema.
En el día a día,
en el trabajo que realizamos cada día,
en los momentos que compartimos con
nuestros seres queridos,
en los instantes en los que nos cruzamos
con tanta gente que viene y va,
en el caminar diario,
en...
te haces el encontradizo,
nuestros caminos se encuentran.
Me gustaría poder decirte
que soy capaz de verte en los gestos más
insignificantes,
pero... me conoces demasiado bien,
sabes que para acercarme hacia ti
has de despertar mi curiosidad.
¡Te doy gracias, Padre,
porque sales a mi encuentro!
¡Te doy gracias, Padre,
porque llamas mi atención en la rutina de cada día!
¡Te doy gracias, Padre,
por estar aunque yo no lo perciba!
3:4 Viendo el Señor que él iba a ver, lo
llamó de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí.
3:5 Y dijo: No te acerques; quita tu
calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es.
3:6 Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo temor de mirar a Dios.
3:6 Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo temor de mirar a Dios.
y como un “niño juguetón” me acerco sin
reservas hacia ti.
Quiero ver tu rostro.
Quiero saber de ti.
Quiero descubrir quién eres.
Quiero...
Demasiada curiosidad,
demasiados deseos de saber,
demasiadas preguntas que dan lugar a muchas
más.
En la avalancha de interrogantes no
contestados y deseos por conocerte,
me llamas por mi nombre.
De la ansiedad por saber y conocer paso a
la tranquilidad de saber que estás aquí.
Mi corazón ansioso se va sosegando.
Escucho tu voz y me siento en una calma
paz,
mientras me dices algo de ti.
Soy consciente de que para conocerte hace
falta tiempo,
tanto tiempo como el que necesitan los
verdaderos amigos.
Espero dedicarte el tiempo que (casi de
manera imperceptible) tú me dedicas,
y espero que nos vayamos conociendo cada
día un poquito más en la camino de la vida.
Oigo en mi corazón:
“Buscad mi rostro”
Tu rostro buscaré Señor,
no me escondas tu rostro.
Sencillamente HERMOSO. Dios arde en nuestro Centro, sus llamas nos hacen arder suavemente o apasionadamente, depende de lo que sea necesario para que nuestro pasos se encaminen hacia Él.
ResponderEliminarEspero que Le vayamos conociendo un poquito más en el camino de la vida. GRACIAS, Emilio.